Francesco Petrarca
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto
La temática amorosa se abordó, siguiendo a Petrarca, desde la perspectiva del amor cortés, como un anhelo contradictorio y doloroso. La amada posee una belleza que se describe con metáforas extraídas de los elementos de la naturaleza: piel marmórea, cabello de oro, labios de rubí..., e irradia un ardor apasionado, que ante el poeta se convierte en desdén.
En relación con la temática amorosa, la poesía renacentista introdujo el uso del carpe diem («goza el día»), tópico clásico con el que se incita a la amada a que aproveche el tiempo en que es joven y bella.
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